31.10.16

31 de octubre, la otra efeméride nacional: liberación de los 66 prisioneros de guerra

por Mustapha M-Lamin A.

El 31 de octubre de 1975, en Echedería, las tropas marroquíes iniciaron su invasión al territorio saharaui. Hoy todos los saharauis conmemoramos ese triste acontecimiento que ha marcado nuestro destino, generación tras generación, durante los últimos 40 años. Otro acontecimiento posterior, sin embargo, debe mantenerse en la memoria viva del pueblo saharaui, el de la liberación de los prisioneros de guerra saharauis, el grupo de los 66, el 31 de octubre de 1996. Veinte años han transcurrido desde aquel día y, a día de hoy, resulta más importante que entonces, con el Guerguerat como telón de fondo, detenerse en las lecciones de resistencia, coraje, valentía y arrojo que demostraron aquellos héroes, a día de hoy anónimos por voluntad propia, más centrados en la reivindicación colectiva que en la de su propia experiencia. Es tarea nuestra, en este sentido, reivindicar aquel legado.

En las mismas narices del enemigo, que no pudo doblegar, con sus mil y un chantajes, su inquebrantable voluntad, aquello 66 hombres se mantuvieron inamovibles en los principios por los que se enrolaron en la lucha, que durante un periodo de presidio que oscilaba entre los 17 años, el que más, y el 8 años, el que menos, se enfrentaron a toda suerte de artimañas, presiones, torturas y traiciones con el fin último de hacerles cambiar de posición. Uno de esos 66 hombres, Sid Ahmed Hnini (12 años y medio entre rejas), tuvo a bien compartir conmigo su experiencia, testimonio que edité, con mayor o menor acierto, para Kamchatka, revista de análisis cultural (https://ojs.uv.es/index.php/kamchatka/article/view/8840/8390), del departamento de Filología Española de la Universidad de Valencia. Durante la grabación, de más de dos horas, que finalmente resumí en 30 páginas, encontré a un hombre sereno, interesado en ayudar a jóvenes que, como yo, intentamos no dejar que caigan en el olvida sus años de lucha y sacrificio, y más atento al rumbo colectivo de la lucha que en la reivindicación individual de su experiencia.

Sid Ahmed recuerda con precisión todos los detalles del día de su captura en el campo de batalla, el 8 de mayo de 1984 a las 17:00h:
“Había que seguir el avance del enemigo y esa era nuestra responsabilidad como Unidad de Reconocimiento. La tormenta de arena, el siroco, hacía impracticable nuestra labor, pero a pesar de ello salimos a patrullar dos coches, con cuatro combatientes cada una. Nos dirigimos a Houza de nuevo y en el camino encontramos a un batallón de la 3a Región Militar y les preguntamos por el avance de echlouha, pero no sabían nada. La tormenta de arena alcanzaba su máxima intensidad y la visibilidad era prácticamente nula. Uno de los compañeros, que conocía bien la zona, dijo que eran muy frecuentes las tormentas de arena. Seguimos nuestro camino hasta llegar a Lefreirinat, una zona al sur de Houza, y al subir a un montículo los marroquíes nos sorprendieron de cerca. Estaban a un palmo, muy cerca. Intentamos el regreso, pero ya era demasiado tarde. Empezaron a dispararnos. Dejaron inutilizadas las cuatro ruedas de nuestro coche. El otro coche consiguió escapar, pero fue alcanzado por un cohete; por suerte un tercer coche, de un batallón de la 3a Región Militar, rescató vivos a los compañeros y los llevaron a los cuarteles. Eran muchísimos los marroquíes y empezaron a dispararnos indiscriminadamente y utilizando todo tipo de armamento: fusiles de asalto, lanzacohetes, lanzagranadas; ¡no ahorraron en gastos! Nosotros también empezamos a disparar: como el coche ya no ofrecía resistencia, saltamos de él, nos dividimos de dos en dos y la emprendimos a tiros contra ellos. Éramos cuatro contra un batallón. Nos llovían disparos por todas partes, nuestros uniformes estaban agujereados y seguíamos de pie resistiendo las embestidas del enemigo hasta quemar las últimas balas de las recámaras de nuestros Kalashnikov. Ningún disparo nos atravesó el cuerpo, aunque fuese ese nuestro deseo en ese momento para no caer en las manos de echlouha; por eso saltamos del coche, para que nos dieran sepultura antes de capturarnos vivos. Nuestra reserva de munición se quedó en el coche y con los fusiles secos nada podíamos hacer. Ellos siguieron disparando. A mí me alcanzaron en la pierna, y al compañero que tenía al lado, lo alcanzaron en la cadera. A los otros dos también los hirieron, pero no en órganos vitales. No era creíble, pero sucedió así. Es como si Allah hubiese puesto un manto de acero invisible entre nuestros órganos vitales y las balas marroquíes”.
Al día siguiente llegó a El Aaiún en un helicóptero del ejército marroquí: esposado, maniatado con una gruesa y áspera cuerda de cáñamo, observaba impotente desde el cielo su ciudad natal, engullida por la maquinaria represiva de la nueva potencia ocupante, totalmente ocupada y sometida por la arrogancia del nuevo régimen. De allí fue trasladado a Agadir y de Agadir a Kenitra, para duespués regresar a Agadir, y finalmente, 12 años,6 meses y 16 días después, volver a los campamentos haciendo el símbolo de la victoria mientras caminaba del autobús al avión en el aeropuerto de Casablanca. Lo que sucedió entre ambas fechas, lo puede leer el lector en el detallado testimonio que editamos (véase el enlace más arriba). Hoy, 31 de octubre de 2016, se cumplen 20 años de la puesta en libertad de Sid Ahmed Hnini y 65 compañeros más, hombres íntegros que rechazaron toda suerte de recompensas y decidieron volver al punto del que partieron: glorificados por la multitud popular, considerados héroes nacionales, hoy en día viven en la modestia y el anonimato, cuando deberían ser los auténticos guías que nos llevarían hacia la libertad.

Mustapha M-Lamin A.
31.10.16mustapha.mohamedlamin[at]e-campus.uab.cat

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LA LUCHA SAHARAUI Y LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL. UN ENCUENTRO PENDIENTE

por Santiago Jimenez

Para quienes amo, convecinos de la wilaia de Aaiún, en el territorio 
de la República Árabe Saharaui Democrática

Dos desesperanzas, 
la distancia 
y siete heridas… Tengo miedo de que me rompan 
el alma 
Miral al-Tahawi

Hubo un tiempo en el que Europa y África, sus áreas ribereñas, constituían las dos orillas de un único mar interior, el Mediterráneo, convertido en nexo unificador y medio de relación entre las diversas culturas surgidas a lo largo de su extensa orla costera. Un camino por el que se expandieron políticas de dominación y de conquista pero también prósperos intercambios comerciales o procesos de colonización y mestizaje, cuando no trascendentes influjos en el ámbito literario o intelectual.

Tan solo cuando la evolución socioeconómica estableció y reforzó notorios desequilibrios y desigualdades, potenciados por el reparto colonial del siglo XIX y las nada favorables consecuencias del dominio ejercido hasta bien avanzado el siglo XX, perpetuadas en la política post y neo colonial, ese mar que había sido eslabón y eje se transformó en límite, separación y frontera. Y, fruto de ello, se impusieron las reservas, las desconfianzas, los prejuicios y los mutuos recelos desde posiciones de hipotética superioridad o de sagaz asunción de una supuesta debilidad.

La actitud con la que los europeos vienen abordando, en general y desde ese momento, toda posible consideración de cualquier otro mundo ajeno a la propia condición, circunstancias y patrones culturales y, en particular, la del África sahariana, parece oscilar entre diferentes ópticas, actitudes y maneras de reverenciarse, propiciadoras de comportamientos y valoraciones igualmente diversos: desde el establecimiento de una visión romántica a la elaboración de una minusvaloración demoníaca, pasando por la más consabida, aunque no siempre reconocible, atención de corte paternalista. Toda una variada serie de posicionamientos y maneras de entender al otro, lo ajeno, que se asemejan entre sí por el hecho de no propiciar, en modo alguno, acercamientos directos y efectivos a ese mundo, distorsionados o velados (cuando no deformados) por múltiples prejuicios y creadores de una conciencia de falsa superioridad y, por lo mismo, desenfocados con respecto a una realidad bien diferente y particularmente distinta en los valores o en los comportamientos; pero no distante de las fronteras geográficas del continente europeo (de las que se constituye en área o demarcación vecina), ni de la conformación de su sociedad contemporánea (a la que se han ido incorporando y siguen haciéndolo, en estos últimos años, un creciente número de inmigrantes africanos de distintas procedencias y que, en gran medida, son originarios del área del Magreb). Algo que debería de exigir nuevos enfoques y no solo para un adecuado replanteamiento de la problemática migratoria cuanto de la propia identidad europea e hispánica, condicionada fatalmente por ese espejo en el que se construye la imagen del otro y a partir de la que reafirmamos nuestra propia idiosincrasia.

Una visión romántica que se ha preocupado preferentemente por resaltar aquellos aspectos que pudieran considerarse más positivos de sus comportamientos y formas de ser (la hospitalidad, el respeto al otro, la afabilidad, la dignidad en el trato…) que nos permite, en muy buena medida, el reencontrarnos con el mito del buen salvaje, del hombre puro y en estado natural, lejos de las contradicciones y contaminaciones del mundo civilizado, que se integró con fuerza en el imaginario colectivo de la sociedad europea a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo, y que se constituyó en objeto de deseo para sus capas más intelectualizadas y cultivadas, como consecuencia de los planteamientos concebidos por la Ilustración roussoniana. Una imagen que, todavía hoy, se proyecta sobre las civilizaciones nómadas del desierto y del Sahel con más fuerza de la que debiera.

A través de una minusvaloración demoníaca se tiende, como fórmula defensiva y desconfiada, insegura y temerosa, a la condenación de todo cuanto se considere diferente, novedoso, extranjero, distinto… por el mero hecho de serlo. Un comportamiento que, en nuestros tiempos, alienta tanto las actitudes racistas cuanto propicia un falso progresismo antiislamista que, en base a ejemplos tan evidentes como bien manipulados por una intelectualidad globalmente pagada de sí misma y empeñada en la tarea de hacer ver que reivindica unos compromisos que hace tiempo que no asume, y unos medios de comunicación más comercializados y manipuladores de la opinión pública que vehículo y sustento de información, convertidos en augures y profetas, salvaguarda de los valores presentes y futuros, y como consecuencia de una irresponsable, perezosa y culposa falta de conocimiento acerca de la dinámica problemática que afecta a sociedades tanto o más complejas que las pertenecientes al mundo más enriquecido y, a la vez, bien diferente a ellas y diversas entre sí, pretende diseccionarlas e incidir en ellas a partir de un único sistema de referencias nacido del marco socio-político occidental y de su particular comprensión del mundo y de sus valores. Simplificación que permite conseguir una fácil identificación de lo maligno, de lo aberrante… como un único y particular objeto de aborrecimiento y rechazo, espantapájaros caricaturesco y fetiche expiador de todos los miedos y remedio para afirmar una más que dudosa superioridad moral.

Por medio de una atención paternalista, asentada en un sedicente e inconfeso sentimiento de hondas raíces neocolonialistas, se considera como una necesidad primordial la de trasladar a éstos y otros pueblos la buena nueva de nuestra propia civilización consumista, seudoigualitaria y formalmente democrática: “ayudarlos” en la superación de sus incapacidades, “orientarlos” para superar sus deficiencias institucionales u organizativas, “aconsejarlos” para que renuncien a sus abusos y arbitrariedades… ¿acaso anulados y desaparecidos del “mundo civilizado”?... En definitiva, tutelarlos para asegurar un uso más eficiente de sus/nuestros recursos, propios o transferidos, y evitar así la corrupción, o, lo que viene siendo lo mismo, proponernos como paradigma, de modo y manera que funcionen dentro de unas mecánicas administrativas avanzadas y mucho mejores, incluso, que las administraciones de sus estados protectores. Loable empeño… Un planteamiento casi nunca bienintencionado pero siempre conmiserativo del que adolece, en no pocas ocasiones, la política de los organismos internacionales y aún las voluntaristas ONG’s y en el que destaca, por sus incapacidades y desenfoques, la política africana, y específicamente magrebí, de la Unión Europea, que parece incapaz de superar la perspectiva generada por la condición de las viejas metrópolis coloniales ante sus antes forzados conciudadanos y siempre dependientes.

Frente a este tipo de actitudes y comportamientos, cabe asumir el carácter imprescindible de la ayuda, la necesidad del apoyo, la conveniencia de una colaboración que posibilite que no se ahonden ni perpetúen las desigualdades y la bipolarización del mundo, pero siempre operativas tan solo en la medida en que se propongan y propicien en un plano de igualdad jurídica y política, como correspondería a la relación que se establece entre estados soberanos o poderes legitimados institucionalmente, o la que asumirían sociedades plenamente responsabilizadas en la construcción de sus respectivos futuros. Un posicionamiento en el que se ha avanzado mucho menos que en los anteriormente descritos.

Estos o parejos posicionamientos coexisten y se perciben, a veces de forma encubierta, en las relaciones recientemente establecidas entre sectores crecientes de la población hispana y aquella parte de la sociedad saharaui que se acoge en los campamentos de refugiados instalados en la “hamada” de Tinduf, dentro de las fronteras de Argelia. Un variopinto y espontáneo intercambio que se ha venido desenvolviendo con fuerza en estos últimos años, a partir, sobre todo, de la llegada de los niños saharauis a las diferentes comunidades autónomas de España, como consecuencia de la materialización de un proyecto programado y presentado por las asociaciones de amistad hispano-saharaui con el nombre de Vacaciones en Paz y la vehemente colaboración solidaria que se ha promovido como consecuencia de estos acercamientos a nivel familiar. Los niños han llegado en un número creciente hasta superar la cifra de los 7.000 para convivir durante uno o dos meses con familias voluntariamente acogedoras.

Una situación y unos efectos a los que no son en absoluto ajenos los desbordantes y, a veces desgarrados y hasta desequilibrantes, sentimientos de mutuo afecto que han roto todo tipo de barreras, obstáculos y prevenciones, pasando por encima de cualquier distancia lingüística, cultural, socioeconómica…, por lo menos en una consideración apresurada y aparente. Dando lugar a una transferencia de bienes, pero también de valores, actitudes, comportamientos… que pareció capaz de anular las patentes diferencias culturales y socioeconómicas, y también políticas, que caracterizaban a ambas sociedades. Estableciendo y propiciando una particular coyuntura en la que, para asumirla y reafirmarla, se hace necesaria una reconsideración de la misma y, por lo mismo, nuevos planteamientos que permitan la regularización de estos acercamientos y ahonden en el mutuo conocimiento desde el respeto más escrupuloso y atento a los rasgos culturales y sociales de cada cuál. Un esfuerzo que, aún, no ha comenzado sino parcialmente a desarrollarse y que consideramos imprescindible para el reforzamiento y la estabilización de este tipo de relaciones a partir de formas y procesos no traumáticos.

No debemos de olvidarnos del hecho de que, en menos de diez años, los saharauis habitantes de los campamentos y los españoles de las más variadas procedencias y condiciones sociales se han aproximado y convivido más y con mayor intensidad que en cien años de dominación colonial del Estado español sobre el Sáhara Occidental. Y eso, aún después de haberlos incorporado, por evidentes razones de orden político y estratégico que no cabe analizar aquí, como ciudadanos de pleno derecho de una España que se intitulaba, de forma harto grandilocuente, Una, Grande y Libre, para después abandonarlos a su suerte en base al bochornoso Tratado de Madrid, acordado entre el gobierno español, el marroquí y el mauritano.

Ese contacto vital y el incontestable crecimiento de una generosidad no siempre desinteresada y, en ocasiones, susceptible de encubrir intereses muy particulares cuando no decididamente egoístas y egocéntricos, dieron sus primeros y no calculados frutos en la ruptura del aislamiento propio de unos campamentos de refugiados situados en una zona geográfica inhóspita y con múltiples problemas de acceso y comunicaciones de todo tipo. Y posibilitaron la consiguiente y forzada transformación de la sociedad instalada en los mismos en una colectividad dinámica y activa que comienza a abandonar, con cierta rapidez y de forma nada programada o planificada, los patrones de conducta propios de una comunidad instalada en el nivel de la mera supervivencia y plenamente dependiente, para ello, de la ayuda internacional de carácter humanitario, para transformarse y modificar, de forma inequívoca y patente, sus pautas de comportamiento en base a modelos y niveles de vida parejos a los de cualquier sociedad civil de su entorno, aunque sin verdaderas capacidades productivas autogeneradas. O, lo que es lo mismo, abriéndose a nuevas formas de comercialización y consumo y a un acelerado proceso de monetarización, con la consiguiente aparición de nuevas exigencias y necesidades, consecuencia directa de las nuevas aportaciones en recursos y dinero recibidas a través de las familias y por medio de contactos o relaciones particulares. Se establecen así nuevas posibilidades de subsistencia pero también nuevas y más profundas desigualdades sociales sin dejar de seguir viviendo en campamentos de refugiados y, por lo mismo, en comunidades muy peculiares y no sometidas a unas condiciones de vida normalizadas, fruto de una cotidianeidad nacida de condicionamientos nada ordinarios.

Las ventanas abiertas al mundo, a Europa y, singularmente, a las diferentes comunidades autónomas del Estado español, por las que salen y vuelven los niños, y con ellos y por ellos, los recursos, tanto monetarios como en bienes de consumo, que llegan tanto a través del ya mencionado programa de vacaciones como en las cada vez más habituales visitas de las familias españolas a los habitantes de los campamentos, han posibilitado esta acelerada transformación y se han convertido, por lo mismo, en inconscientes y nada responsables inductores de la misma, de la que todos los cooperantes se convierten en inequívocos promotores y que derivan hacia actitudes crecientemente reticentes ante algunas de las consecuencias derivadas de esas iniciativas interpersonales.

Se genera toda una serie de cambios irreversibles que exigirán de unas mayores dosis de comprensión y de nuevos y más reposados entendimientos por una y otra parte. Tal vez sin desearlo, quienes nos creíamos cooperantes altruistas nos veamos convertidos, cada vez más, en turistas de la solidaridad, tratados con afabilidad que no con familiaridad, no tanto apreciados por nosotros mismos cuanto sujetos y hasta objetos de ese nuevo consumismo. O quizá no nos quede otra opción que la de aceptar y entender la codicia y el sentido del cálculo que nacen de los contactos comerciales… Pero también convendría que transmitiésemos la imagen de que no somos potentados ni, mucho menos, generosos a costa de aquello que no necesitamos o que nos sobra, sino verdaderamente solidarios ante un estado de necesidad o por meras y bien respetables relaciones de afecto y proximidad, cuando no por una generosa identificación política con su lucha por la conquista de un autogobierno que les permita la recuperación de su dignidad como pueblo y la plena soberanía sobre su tierra y su vida colectiva. Ni todos los españoles, como también ocurre entre los saharauis, disfrutan de las mismas posibilidades económicas a la hora de hacer efectiva su solidaridad; ni aquellas están en relación directa con la proximidad o con el efectivo interés con él que se siga la problemática saharaui; ni la preocupación o el interés de los saharuis por esos contactos es siempre idéntico o, ni tan siquiera, semejante; ni su grado de identificación y consideración personal puede medirse en claves puramente económicas o simplemente afectivas… Son algunos de los retos a asumir y dilucidar en una convivencia que tiende a evolucionar aceleradamente desde sus inicios hasta el momento presente.

Frente a todo esto… ¿Cuándo seremos capaces de vernos los unos a los otros como realmente somos, con nuestras positividades y virtudes pero, también, desde la perspectiva de nuestras respectivas carencias y defectos? ¿Cómo asumir a ese otro, a quien todos esperamos acceder, a partir de cómo es y no de cómo quisiéramos que fuese o actuase? ¿Podremos hacerlo y seguir ampliando nuestros contactos sin implicarnos más intensamente y con mayor profundidad en la relación o, por el contrario, asumir el mutuo conocimiento a partir de la estandarización, entre trivial y sugestiva, de una nueva ruta turística hacia horizontes de un riesgo seductor? Creemos que, cuando menos, los próximos tiempos deberán de obligarnos a nuevas fórmulas de acercamiento y relación que, en su clarificación y entendimiento, constituirán nuestras apuestas para un próximo futuro. Una dinámica de la que ambas partes podríamos sacar enseñanzas y beneficios. Como señalaba el Premio Nobel de Literatura José Saramago, en el acto de presentación del Observatorio Galego para o Referéndum do Sáhara Occidental , “todos nosotros somos responsables en relación a lo que sucede en el mundo, si bien no directamente, porque, en la mayor parte de los casos, no estamos implicados, cada uno de nosotros, personalmente; pero esa implicación, en cualquier caso, no puede ser dejada de lado porque, cuando menos, tenemos que asumir la implicación derivada de su conocimiento. Podemos no aceptar intervenir, podemos no tener la posibilidad de participar… Lo que no podemos ni debemos es ignorar lo que sucede y, cuando menos, tomar una posición frente a nuestra propia conciencia, ante esos acontecimientos”.

Tenemos que saber quienes somos, lo que queremos y donde estamos… Y tomar partido a favor de quienes ocupan las posiciones más desfavorecidas o, lo que viene siendo lo mismo, de esas tres cuartas partes de la humanidad que pueblan nuestro particular universo, desde África hasta el corazón de la misma Europa… La gran mayoría de los que integran este mundo que deseamos habitar. En nuestro caso, una sociedad saharaui acosada y lateralizada.

Las Asociaciones de Amistad con el Pueblo Saharaui, el Frente Polisario y las instituciones y personas implicadas en este proceso tenemos la inexcusable obligación de aceptar el sentido del cambio y asumir las diferentes apuestas que marcan el camino hacia el establecimiento de una solidaridad más auténtica y comprometida, aquella que apueste por estar y, simple aunque no fácilmente, acompañar aquellos procesos en los que se requiera una presencia y una intervención de carácter internacional. Saber tan solo que alguien está a tu lado y te otorga su apoyo en esos momentos hace menos dramática, que no menos costosa, la superación de las dificultades y de los problemas.

Y tal vez, entonces, podamos colaborar con eficacia en esa pacificación que pasa, sin duda alguna, por la autodeterminación del pueblo saharaui en un referéndum cuya necesidad reconoce de forma casi unánime la comunidad internacional pero que esa misma comunidad se muestra incapaz de ponder en práctica en una praxis política vergonzosa e insincera de la que los gobernantes de las grandes potencias e, con ellos, los de España, son los primeros y más directos culpables y responsables, pero que a todos nos implica y afecta.

Un viejo amigo saharaui, desde la calidez de su conversación y la hospitalaria acogida de su jaima y en un esfuerzo por describir y caracterizar los comportamientos de nuestras respectivas sociedades, me recalcaba como los europeos, y, por serlo, también los españoles, vivían a través del tiempo, condicionados por él, mientras que la sociedad saharaui sobrevivía alimentándose de la paciencia que no de la conformidad, más allá de toda medida… Ojalá que, juntos y en un común esfuerzo, fuésemos capaces de encontrarnos en una encrucijada desde la que acabar con este tiempo de paciencia y ser capaces de rescatar, en un breve plazo, codo con codo y fraternalmente, la paciente espera de un tiempo por llegar que sea verdaderamente suyo, de las mujeres y de los hombres del Sáhara. Un tiempo para vivir y no solamente un tiempo para sobrevivir.

Santiago Jiménez *
 Octobre 2016

*Prof. Titular del Departamento Historia Medieval y Moderna de la Universidad de Santiago de Compostela, España

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23.10.16

La visita del genocida Ladsous al Sahara Occidental: mal asunto

 por Haddamin Moulud Said.

Si por algo ha destacado el francés Hervé Genocide Ladsous, ha sido por su sumisión total a los intereses de Francia en la política global y, especialmente, en África.

Su nombramiento, al frente de las misiones de paz, ha sido un auténtico hándicap para los sucesivos secretarios generales de NNUU. Lejos de adoptar una línea acorde con el espíritu del Secretario General de turno, a menudo no tan alineado con el Consejo de Seguridad, el francés Hervé Genocide Ladsous, ha seguido una política absolutamente lineal con los intereses de Francia.

El sentido común indica que, si alguien no debe estar contento con una Misión de Paz sin competencias en materia de DDHH, ese alguien debe ser el máximo responsable de las misiones de paz, o sea, el Sr. Hervé Genocide Ladsous. Sin embargo, lejos de estar preocupado por la cuestión, él ha sido el artífice de la resistencia a que esa misión tenga competencias en materia de derechos humanos.

Cómo se explica, entonces, que una teocracia medieval pueda expulsar a los soldados del Consejo de Seguridad de NNUU sin que éste emita una sola declaración de condena.

Marruecos ha salido indemne de su pulso con el Secretario General de NNUU y de su polémica expulsión de los cascos azules, gracias al Sr. Hervé Genocide Ladsous.

Y para qué viene, ahora, el Sr. Hervé Genocide Ladsous? El Consejo de Seguridad lleva varios meses metido en un auténtico atolladero, sobre todo, a partir de la crisis de El Guergarat. De momento no ha prosperado ninguna iniciativa para resolver la cuestión. Las pretensiones tendentes a que la ONU asuma la construcción de la carretera que proyectaba Marruecos, han chocado de plano con la férrea oposición del POLISARIO. Y la cosa quedó en tablas en ese punto muerto. Ladsous viene, ahora, para cocinar alguna solución muy del gusto de Marruecos.

Cuando la humanidad conoció uno de los crímenes más terribles de África, el Genocidio de la Región de los Grandes Lagos, el Sr. Ladsous ocupaba el cargo de Representante Permanente de Francia en la ONU. Y, justamente, por su posición y apoyo decidido en favor del gobierno genocida de entonces, pasó a ser conocido como Hervé Genocide Ladsous.

Quizás la mejor definición que se puede decir de este hombre es aquella misma que aparece en su curriculum vitae: ha sido Representante Permanente de Francia en Ginebra. Representante Permanente de Francia en la ONU. El Representante Permanente de Francia en la OSCE y embajador en otros varios Estados. Qué se puede esperar de alguien que condensa, en su cabeza, todos los arcanos de la política exterior de un país destacado, precisamente, por esa pésima política exterior.

Lo peor del caso es que el Sr. Hervé Genocide Ladsous visita el Sahara Occidental, después de su enorme decepción por no haber sucedido a BKM al frente de la ONU, tal y como era su aspiración.

Lejos de su habitual espíritu de colaboración, el POLISARIO, haría bien en tratarlo con la máxima cautela y con toda la desconfianza que se pueda exhibir en público y en privado. Al fin y al cabo, los saharauis, al menos, los saharauis, no esperamos nada bueno de esta visita.

Quizás el hecho de que los EEUU hayan propuesto una visita del Consejo de Seguridad al Sahara Occidental, constituya la mejor prueba de la escasa confianza que el personaje infunde en ciertos países miembros del Consejo de Seguridad.

Haddamin Moulud Said.
ibnuabirabiaa[at]yahoo.es
23.10.16

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11.10.16

L’ALGÉRIE BLOC LA REPRISE DE LA LUTTE ARMÉE AU SAHARA OCCIDENTAL !

par Maître Takioullah Eidda

Le blocage actuel dans le conflit au Sahara Occidental est dû à deux éléments: l’impossibilité du F. Polisario de reprendre la lutte armée; et, la volonté de la France de bloquer toute initiative onusienne visant à organiser un référendum d’autodétermination.

Dans les deux cas, seule l’Algérie, et uniquement elle, possède les clefs de la solution.

I- BLOCAGE DE L’ALGÉRIE À TOUTE REPRISE DES ARMES :

Depuis le cessez-le-feu de 1991, plusieurs pensent que le Polisario n’a plus la capacité humaine, ni les moyens matériels qui lui permettent de reprendre les hostilités avec le Maroc.

Il est vrai que le cessez-le-feu a créé une atmosphère et des conditions de ni paix ni guerre, au point que la majorité des éléments de l’armée de libération sahraouie se sont démobilisés, sans parler des leaders expérimentés, dans la lutte de guérilla, comme Ayoub Lehbib, qui ont carrément abandonnés le mouvement sahraoui pour regagner le Maroc.

Il faut dire, par ailleurs, que l’élément humain de l’armée sahraouie n’est pas en lui-même le seul point d’achoppement.

Il y a aussi et surtout une incapacité matérielle évidente. Depuis 1991, la situation de l’Algérie, soutien principale du Polisario, a beaucoup changée. En effet, après les années de braises, Bouteflika fut élu Président de ce pays, pour y rester jusqu’à aujourd’hui.

Or, depuis son arrivé au pouvoir, des langues se dilatent en Algérie, ici et là, pour exprimer le refus de l’Algérie de permettre au Polisario d’utiliser, de nouveau, son territoire comme base militaire arrière de repli.

Le premier haut responsable algérien à avoir exprimé clairement ce refus sur les ondes de la chaîne d’El Jazeera, fut le général Khaled Nazarr, ancien Ministre de la défense.

Puis, c’est au tour du Président Abdelaziz Bouteflika, cité par Wikileaks, de déclarer que «Le Polisario ne peut pas faire glisser l’Algérie dans la guerre. Si ils (les Sahraouis) décident de se battre «sur leur propre territoire», ce serait leur décision. Mais, ils ne seront pas autorisés à mener leurs opérations militaires au Sahara occidental et ensuite retourner en Algérie comme base arrière (notre libre traduction du paragraphe 6)

Il y a donc une forte présomption que l’aide militaire algérienne au Polisario est diminuée substantiellement, voire suspendue, en conséquence de cette position.

Et comme la Libye n’est plus là pour pallier à cette situation, le Polisario doit se contenter du peu de matériels qu’il possède depuis le cesser le feu en 1991.

Il est donc impossible, sur le plan pratique, pour le Polisario de mener, avec succès et dans la durée, une guérilla d’usure sans l’aide logistique de l’Algérie et sans une base arrière de repli.

L’Algérie se dresse, en quelque sorte, devant la volonté des Sahraouis d’imposer une issue au conflit par la voie des armes.

Ceci est d’autant plus vrai, si on prend en considération d’autres facteurs d’intérêts majeurs pour ce pays.

D’abord, il y a la question des frontières, où l’Algérie presse le Maroc à reconnaître définitivement et officiellement l’intangibilité de celles-ci, comme convenu dans le Traité d’Ifran de 1969 et dans la Convention sur le tracé frontalier du 15 juin 1972. Ces instruments juridiques n’ont jamais été ratifiés par le Parlement marocain, lequel parlement refuse de les traiter si ce n’est en contrepartie de concessions relatives au problème sahraoui.

Puis, il y a le gazoduc en provenance du Sahara algérien, à destination de l’Espagne, qui passe au Nord-Est du Maroc, sans oublier les réseaux électriques interconnectés des deux pays.

La solution du conflit est, en conséquence, en grande partie, entre les mains de l’Algérie, si bien que le F.Polisario est réduit à la pièce du ressort qui subit la pression, mais dépouillé d’initiative.

II- L’ALGÉRIE N’USE PAS DE SON POIDS POUR INFLUENCER LA POSITION FRANCAISE

Évidemment, entre la France et l’Algérie il y a une longue Histoire. Cette histoire est parsemée de tragédies et d’intérêts que chacun des deux pays essaie de faire peser lourdement sur l’autre.

C’est probablement la raison pour laquelle la France tient à renforcer la position du Maroc et son influence dans la région, toujours dans le but d’atténuer, voire contrecarrer, le poids de l’Algérie. Car, en ces temps difficiles, l’économie de la France est, en partie, dépendante de son difficile et récalcitrant partenaire algérien.

En effet, selon «Trésor de France », «En 2014, la France est le second fournisseur de l’Algérie après la Chine, avec une part de marché de 11% et des exportations d’un montant de 6,3 Mds €.

Les principaux postes d’exportations françaises demeurent les céréales (20,2%), les véhicules automobiles (12,2%) et les produits pharmaceutiques (11,1%).

En retour, les importations françaises en provenance d’Algérie (6,7 Mds €) se composent à 95% d’hydrocarbures. La France est également le premier investisseur hors hydrocarbures en Algérie avec un stock d’IDE estimé à 1,94 Md € et près de 850 entreprises françaises sont présentes en Algérie.

L’Algérie est en 2014, le 14ème client de la France, son premier client dans le monde arabe et son troisième client hors OCDE après la Chine et la Russie. »

L’Algérie détient donc un levier économique d’une grande importance sur la France, mais elle refuse ou néglige de l’utiliser pour fléchir la position hostile de celle-ci dans le dossier du Sahara Occidental au sein du Conseil de Sécurité de l’ONU.

III- CONCLUSION

Dans le conflit du Sahara Occidental, la position de l’Algérie est à la fois juste, mais aussi opportuniste et hypocrite.

D’un côté, l’Algérie remplit parfaitement ses obligations internationales, en abritant les camps des réfugiés sahraouis, en leur apportant l’assistance nécessaire, et ce, dans des domaines aussi divers et vitaux que l’éducation, la santé et la sécurité.

Elle maintient aussi une position ferme quant à l’affirmation du droit du peuple sahraoui à l’autodétermination par voie d’un référendum juste, crédible et transparent. Et, cette position, l’Algérie l’a défend au sein de toutes les organisations internationales et devant tous les forums mondiaux.

Par contre, l’Algérie a muselé l’initiative militaire du mouvement sahraoui, pièce maîtresse de son destin, et conditionné la solution du conflit du Sahara Occidental à la solution de ses propres problèmes avec le Maroc, mais aussi à ses propres intérêts stratégiques !

Il est donc raisonnable de se poser la question suivante: l’Algérie veut-elle réellement une solution durable au conflit du Sahara Occidental ? Peut-être pas pour le moment !

Mais, une chose est certaine, depuis la mort du très regretté Houari Boumediene, le soutien de l’Algérie au Polisario est resté drapé dans le principe de l’humanitarisme et du droit à l’autodétermination, plutôt que de s’exprimer dans la rectitude révolutionnaire.

En d’autres termes, ce pays a choisi les apparences et la voie de l’aboiement à celle de l’action, ce qui est dommage pour le peuple sahraoui!

Maître Takioullah Eidda, avocat
Montréal, Canada.
eidda.avocat@eidda.ca
11.10.16

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2.10.16

Alguergarat. La Paz y las Mujeres saharauis

por Lehdía Mohamed Dafa

El incidente en Alguergarat ha disparado la tensión bélica en el Sahara. Marruecos violando los acuerdos de alto el fuego y de forma unilateral inicia, en territorio bajo control del F. Polisario, la construcción de una carretera en la región fronteriza de Alguergarat, con el propósito, según su versión, de controlar el flujo de mercancías y personas que cruzan la frontera para impedir la entrada de yihadistas provenientes del Sahel. El F. Polisario se dirige a Naciones Unidas para que paralice las obras y obligue a Marruecos a retirarse, al tiempo que despliega sus unidades militares en las proximidades. Hay que confiar que la intervención de Naciones Unidas sea una eficaz barrera de contención entre las tropas marroquís y saharauis que en este momento siguen apostadas frente a frente a menos de un kilometro.

A muchos saharauis la rápida respuesta de las unidades militares del F. Polisario les ha devuelto la moral de antaño. Pero mas allá de los estados de ánimo, desde el punto de vista de la paz, como un bien universal, la situación hoy es mas preocupante. Cualquier mínimo incidente o acciones propagandísticas en clave interna pueden derivar en un enfrentamiento bélico de consecuencias dramáticas e impredecibles. Cuanto mas acuartelados estén los ejércitos, en tareas de seguridad y auxilio a la población, tanto mejor.  

Hace unos días el gobierno de Colombia y las FARC firmaron un acuerdo que ponía fin a una guerra de mas de cincuenta años. Quizás haya quien no sepa el papel crucial que han jugado las mujeres en el proceso de paz en Colombia; así como en otros países como Guatemala, Liberia o Irlanda del Norte, pero lo cierto es que cuando las mujeres se han incorporado como un actor directo en las negociaciones o participando en los procesos, a través como en el caso de Colombia de una Subcomisión de Género, han introducido una visión innovadora que pone el acento en los derechos humanos, el acceso a recursos económicos básicos, protección de la mujer de cualquier tipo de violencias o desigualdades, garantías jurídicas y empoderamiento de las mujeres.

No por casualidad Naciones Unidas ha aprobado la Resolución1325sobre Mujeres Paz y Seguridad donde se “insta a los Estados Miembros a velar por que aumente la representación de la mujer en todos los niveles de adopción de decisiones de las instituciones y mecanismos nacionales, regionales e internacionales para la prevención, la gestión y la solución de conflictos”  y se “pide a todos los que participen en la negociación y aplicación de acuerdos de paz que adopten una perspectiva de género, en que se tengan en cuenta y se incluyan, entre otras cosas: a) Las necesidades especiales de las mujeres y las niñas durante la repatriación y el reasentamiento, así como para la rehabilitación, la reintegración y la reconstrucción después de los conflictos; b) Medidas para apoyar las iniciativas de paz de las mujeres locales y los procesos autóctonos de solución de conflictos y para hacer participar a las mujeres en todos los mecanismos de aplicación de los acuerdos de paz; c) Medidas que garanticen la protección y el respeto de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, particularmente en lo relativo a la constitución, el sistema electoral, la policía y el sistema judicial”

Las mujeres saharauis tenemos el respaldo de esta Resolución para exigir nuestra participación directa en las negociaciones entre Marruecos y el F. Polisario; así como en la supervisión de las actuaciones de la MINURSO.

Las mujeres hemos demostrado a la largo de la historia que somos un actor de paz. Hay un potente movimiento feminista que se ha significado como tal, véase la organización centenaria WILPF, a la que me honro pertenecer. Ninguna mujer saharaui puede permitir que bajo ningún concepto se contemple la guerra nuevamente como solución.

No debemos aceptar un papel subordinado, ni ser un apéndice de ninguna organización por muy representativa que sea. Tenemos que ir organizándonos autónomamente para exigir que el enfoque de género, que nuestros puntos de vista como mujeres tengan el mismo peso que nosotras soportamos, y sobre todo para exigir una participación directa y activa como la mejor garantía de avanzar en la paz y seguridad en el Sahara Occidental.

Lehdía Mohamed Dafa
lehdia.m.dafa[at]gmail.com
1 de octubre de 2016 

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